Ser psicóloga ha sido la decisión más difícil de mi vida y a la vez la más fácil. Sabía lo que quería ser pero sabía de antemano que no era una tarea fácil.
Mi trabajo no dependería de una jornada laboral normal, me llevaría el trabajo a casa y condicionaría mi vida en general la forma de percibir el mundo y a las personas pero lo tenía claro: era lo que quería.
No me ha decepcionado, es uno de los trabajos mas bonitos que existen porque trabajas directamente con las personas, porque la ilusión y el motor que mueve mi mundo es conseguir que cada persona que viene buscando mi ayuda, la encuentre. Y no, no siempre lo consigo, me equivoco, muchas veces, más de las que me gustaría.
No todo el mundo encuentra en mi la profesional que quisiera que fuera. Aunque cada día aprendo algo nuevo de todos vosotros.
Leo, estudio, vivo, intentando buscar soluciones a lo complicado que es en si mismo la tarea de vivir.
A veces me siento frustrada porque no conseguí ayudaros, a veces me siento feliz, porque si lo conseguí. Cada sonrisa, abrazos y muestra de agradecimiento es un regalo para continuar con mi labor. Cada «triunfo» es un aprendizaje para poder ayudar a otras personas que estén por venir aunque…no hay dos personas iguales, eso lo aprendí al principio cuando apenas comenzaba mi carrera y lo confirmé a lo largo de mi experiencia profesional.
Pedir perdón a los que no conseguí ayudar, daros las gracias a los que si.
Muchas veces he tenido que lidiar con la expresión: » no creo en la psicología» y debo admitir: me enoja. Primero, porque esto no es una religión sino una disciplina en la que durante 5 años estudiamos una carrera y en la que tras terminarla todos y cada uno de nosotros si tenemos la suerte de dedicarnos a ello continuamos estudiando, especializándonos y esos 5 años se transforman primero en ocho y luego en toda nuestra vida porque con cada caso debemos aprender y seguir estudiando.
«No permitas que lo que no puedes hacer, interfiera con lo que sí puedes lograr»
John Wooden